dilluns, 25 de gener del 2010

El Infierno existe y ahora se llama Haití.

Parece que no es hasta que una catástrofe de dimensiones bíblicas asola alguna zona del planeta, usualmente lugares enmarcados en una extrema pobreza, que los ricos, los que vivimos en la parte privilegiada del planeta, hacemos examen de conciencia y nos convencemos de lo afortunados que somos. También hacemos otro ejercicio, el de tomar en consideración que en realidad los humanos -de la condición que sea- no somos más que marionetas a merced de la furiosa madre naturaleza. Y de paso, consolarnos de que si existe algo -acaso un Dios- que nos salve de la catástrofe es sin duda el hecho de vivir en la apacible seguridad del primer mundo. El mismo primer mundo que en estos tiempos que corren se siente vulnerable por ser más pobre en la actualidad que apenas hace dos años. Nosotros, los ricos, seguimos inmersos en la congoja de nuestra crisis económica, que no olvidemos, también a nivel particular hemos contribuido a engordar hasta que la situación, de inaguantable, estalló en mil pedazos haciendo añicos sueños de grandeza imposibles. Pero quizás sea otro el día en el que filosofe acerca de nuestra propia miseria (la que, por cierto, ya quisieran sufrir en ese descarnado lugar al que denominamos tercer mundo).
Como decía, el pasado martes 12 de enero a las 16 horas, 53 minutos y 9 segundos el infierno se hizo realidad en Haití. La tierra tembló y se abrió enfurecida matando sin compasión a más de cien mil personas durante la noche y en las réplicas que se sucedieron. Del mismo modo que el 26 de diciembre de 2004 un maremoto, tristemente famoso “tsunami”, engullía a miles de personas en las costas de Sumatra y la India.
Datos terroríficos que sacuden nuestras conciencias. Morbo de “prime time” servido a toneladas por los “mass media” en cada uno de los noticieros. Minutos y minutos de historias de horror y muerte. Páginas y páginas de desolación, denuncia, valor, supervivencia y otra vez muerte. Y desde ahí se apela a nuestra solidaridad vía bolsillo- transferencia bancaria. Para los pobres y los niños y las mujeres y los ancianos. Para las ONGs que ayudan a los damnificados… paguemos para acallar nuestra mala conciencia de privilegiados y cual bula papal, olvidemos acto seguido la miseria y el desespero de una tierra maltrecha. Un país en el que la miseria ya venía de lejos y que desgraciadamente ha de durar años y más años.
La cruda realidad es otra. Nos olvidaremos de Haití y sus muertos en pocos días. Los justos en que ya no sea objeto de audiencias televisivas. Sólo volveremos a ser solidarios y generosos en el momento que otra noticia de similar calibre colapse nuestros telediarios y azote nuestra culpabilizada psique “primermundista”. Entonces volveremos a repetir el mismo patrón de nuevo.
Sinceramente, creo que la única ayuda real está en la que se realiza sobre el terreno. En las decenas de personas que de forma altruista se trasladan a las zonas de conflicto o catástrofe. Hay que aplaudir a médicos, enfermeras, bomberos, militares y demás cuerpos profesionales que se han desplazado al mismísimo infierno para sacar escombros, salvar vidas, alimentar a la población, curarla, intentar reconstruir sus vidas…. Y darles las gracias por darnos a todos una lección de humanidad y generosidad, aunque les sigamos apoltronados en nuestro cómodo sofá. Pero nunca es suficiente. Hay mucho planeta y muchos conflictos olvidados.
Y finalmente las preguntas que me avergüenza contestar, con una crítica a todos, a mí misma la primera… ¿dónde estamos cuando esas catástrofes naturales no ocurren? ¿Cuando la pobreza sigue hostigando a países de más de medio mundo, dónde existen realidades aberrantes, dónde los niños son soldados y matan y violan a otros niños, donde las mujeres son esclavas sexuales y sus vidas no valen nada, donde los niños son explotados a diario en minas o canteras o campos de cultivo, donde no hay alimentos suficientes ni agua potable, donde no llegan las medicinas, donde se muere a causa de enfermedades que en nuestro primer mundo curamos simplemente tomando una aspirina o manteniendo una higiene diaria? Simplemente no estamos. Simplemente ni pensamos.